viernes, 11 de septiembre de 2009

EL MIEDO-Cuento de Nelida Santanna

El silencio es total. Iluminada por un farol mortecino y solitario la calle se desfigura en sombras dantescas. Solo mis pasos se escuchan en la noche cerrada y fría, como un eco repetido en las baldosas desparejas.
De repente, por una de las cortadas, sale de improviso una figura que, en mi imaginación inquietante, no le veo forma humana. Siento mucho frío, levanto el cuello de mi abrigo y apresuro el paso, percibiendo desde ese momento una extraña sensación de inquietud que no puedo explicar.
Son las dos de la mañana, una madrugada invernal que se asemeja a un gran caverna oscura. Salgo de mi guardia del Hospital Argerich, donde trabajo como enfermera del primer piso. Ya hace un año que estoy en él y estoy acostumbrada a estos horarios tan de madrugada, pero nunca como hoy me asaltó esta zozobra, este miedo intenso que me cala muy despacio en los huesos, en la mente.
Detrás mío escucho los pasos de ese ser extraño. A esta hora todos los bares se encuentran cerrados y solo el ladrido de un perro quiebra el espeso y doloroso silencio.
A pesar del frío de este mes de julio, mis manos como mi nuca y espalda se encuentran mojadas en transpiración. Las sienes me laten convulsivamente. Apresuro la marcha, quiero llegar a mi casa cuanto antes. Recuerdo los reproches de Ana, mi compañera del segundo piso, por irme del hospital caminando. Siempre me dice que es muy peligroso en la madrugada, que hay mucha delincuencia.
Viv muy cerca y me gusta respirar el aire fresco que me golpea el rostro. Es como sentir el parto del día dentro mío, la noche que se va alejando dejando sus peculiares olores.
Pero Ana tiene razón, es una imprudencia, ahora me doy cuenta. Y esta calle solitaria que parece no terminar nunca....y esta oscuridad.....
Los pasos se van acercando cada vez más rápido. Instintivamente, sin saber por qué, palpo en el bolsillo de mi abrigo un estilete que había guardado en él, no recuerdo ahora por qué motivo.
Tengo el estómago comprimido y siento las aletas de la nariz que se contraen y dilatan simultáneamente. Llego al grado de la desesperación pasando por todos los estados imaginables.
Camino por Arzobispo Espinosa hacia Catalina Sur, la calle en donde vivo. Ya faltan tres cuadras, pero se me ocurre que jamás he de llegar. De pronto los pasos seguidores se detienen, hago lo mismo y aguzo el oíso y todos mis sentidos. Contengo la respiración y siento que mi corazón está por estallar. Trato de calmarme y me digo que estoy preparada para cualquier cosa.
En ese instante escucho el respirar jadeante del hombre, como el de un animal presto a saltar sobre su presa. Quiero darme vuelta pero estoy paralizada por el terror. Apoyo mi espalda contra la pared, quisiera desaparecer detrás de los muros. La neblina se hace densa y no me permite ver con claridad ni atrás ni delante mío. La respiración se oye cada vez más cerca y cuando creo que mis fuerzas están por abandonarme una mano se apoya sobre mi hombro. De mi garganta escapa un grito, con mezcla de miedo y llanto. Olvido el esteilete. El hombre, con voz aguardentosa murmura algo que no entiendo. Ya no puedo pensar, ni correr, ni hablar.
Trato, sin embargo, de escapar del lugar, pero él me retiene por un brazo con firmeza. - !!Suelteme!!Suelteme!!!...-le digo con desesperación casi enajenada y a punto de desmayarme.
El hombre levanta una mano en ademán de taparme la boca, al mismo tiempo que me dice: _Cálmese señorita, no tenga miedo, no la voy a lastimar. No grite por favor....-
- ¿Que quiere de mí?- vuelvo a gritar histericamene. El hombre, con los ojos brillantes y una sonrisa que me hiela la sangre, prosigue:- !Escucheme por favor....espere un poco. Tengo una hijita internada en el Argerich, se llama Marianita y está en el primer piso. Usted la ayudó mucho sonsiguiendole esos medicamentos tan caros que yo no pdía comprar. Solo venía a agradecerle ¿sabe?....
Mi llanto espasmódico rebota por las paredes de la calle solitaria.

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