sábado, 29 de noviembre de 2008

Las vueltas de la nostalgia




LLora la calesita de la esquinita sombrìa/y hace sangrar las cosas que fueron rosas un dìa..." dicen las estrofas del tango que escribiera Càtulo Castillo. Y es cierto, hoy las cosas no estàn teñidas color de rosa para los argentinos, ni para el clàsico y legendario divertimento de varias generaciones: La calesita.
Las pocas que se ven resisten, a pesar de todo, como terca institución que se niega a desaparecer por decreto. Son como una postal sepia de infancias sin complicaciones, cuando existía el tranvía, los barquilleros y los barriletes hechos de papel y colas de trapos anudados.
Un aquelarre de caballos enormes, carrozas, inimaginables cohetes y torpedos constituía la parafernalia de la c alesita de aquellos tiempos.
Todavía , a principios d ela década del 50, un caballo flaco, con arneses ruines, era el motor de giro, el protagonista de esa aventura infantil.
Los giros, redondos y cadenciados, garantizaban la risa de aquel que participaba de ese crucero y la repetición inacabable del circuito.
Placer y libertad era lo que sentían los pibes y acompañando ese sentimiento canciones infantiles, valses o algún tango y la felicidad ilusoria de capturar la sortija de la mano esquiva.
Despuès, la ingenuidad y la fantasía quedaron relegadas cuando aparecieron los primeros locales de videojuegos, peloteros y otras yerbas, reduciendo la calesita al mudo sueño de los infantiles más pequeños e ingenuos.

Turismo al trotecito


Siempre me gustaron los personajes clasicos de nuestra ciudad, en este caso, los que manejan los mateos en Palermo.Hoy los mateos solo tienen dos paradas:Sarmiento, en su cruce con Avenida Libertador y en Las Heras, frente al Jardìn Zoològico.
Una tarde me dirigì hacia este ùltimo sitio y sentì curiosidad por saber algunas cosas de estos històricos coches. "Apenas quedamos doce "-dice Antonio Palumbo, subido a su coqueto coche negro con filigramas, tirado por su noble caballo blanco.
"Este es un oficio que heredè de mi padre y de mi tìo, cuando los acompañaba siendo yo un pibe de 12 años. Ya tengo 55, asi que se puede decir que estuve sentado frente al pescante toda una vida. Los que màs toman viaje son chicos con sus abuelos, jòvenes con sus parejas o turistas que quieren conocer el Rosedal o los lagos subidos al mateo. No es lo mismo pasear en automòvil que en un mateo, ya que con nosotros se disfruta màs, porque vamos tranquilos, lentamente, al trotecito, para que puedan observar bien el paisaje".
En otras èpocas, en la dècada del 65, habìan 40 coches de plaza y las paradas eran las estaciones de Retiro, Constituciòn y Plaza Miserere. Se usaban como coches de alquiler para transportar mercaderìas. Despuès de la prohibiciòn de circular coches a tracciòn a sangre, los mateos estaban circunscriptos solo en la zona del Zoològico como un tradicional paseo por la zona.
Parece ser que los mateos tienen origen francès. Los que quedan en este momento son del año 1920 y reconstruìdos. Tambièn se les denomina landò, calesa, victoria, carroza, cupè, fiacre, cabriolè etc.Dicen que algunos eran modelos traìdos de Roma, Madrid y Londres.
Los mateos inspiraron varios tangos. Uno de ellos fuè precisamente titulado "Mateo", de Enrique Lomuto, luego surgieron otros como "Viejo cochero" de Horacio Sanguinetti.
Hoy este coche de plaza es un recuerdo del pasado que no se quiere extinguir, pese a los cambios en el tiempo y los autòmoviles que zumban a su lado como bòlidos, sigue trotando por la acera del sol, con alguien que lo embarga la nostalgia.